Fuego en mis ojos,
las palabras se hicieron polvo en mis labios,
cayeron enloquecidas tras mi piel,
con temor y espanto de ser descubiertas por tus dedos.
Terrible enemigo,
no serás más quien dictamine mis horas de ensueño,
mi vigilia y mi desear.
Fantasias se pierden en las olas del vacio,
el horizonte se hace bruma,
y mis sueños comienzan a ennegrecerse,
a ceder,
a ser vencidos por la dama que acosa mis senderos,
mis esquinas y mis caminos blancos,
las historias en mi mente,
las voces de fantasmas que danzan en la antesala de mi cordura.
No serás tu, brujo, ya no más,
quien decida por mi los pasos,
quien borde el destino con sus dedos de aguja,
quien escriba versos sobre mi almohada
y haga de mi dormir un martirio de sabanas sin dueño.
De mostruos, de amantes traicioneros y crueles.
Vete de mi, alimañia,
deja de atormentarme con tu pico,
deja de alimentarte con tus garras de mi corazón,
y que tus dias no lleguen a contar mis dias,
y que tu sombra nunca pise la mia,
y que tus alas nunca eclipsen mi vuelo y mi pesar.
Vete ya, enemigio, adversario,
y deja a mi espiritu libre, ser libre,
deja que los pajaros en mi alma canten su tonada de esperanza,
deja que la oscuridad abandone mi lecho,
y las marcas del dolor mis dedos entumecidos.
Deja a este verso volar en soledad.
Vete de mi.